viernes, 9 de enero de 2015

No podemos compararnos, aunque sí podemos compartir aspiraciones

Imagen cortesía de picaidol en Pixabay

Así como cada persona es diferente y única, las comunidades y las naciones también lo son. No podemos compararnos, aunque sí podemos compartir aspiraciones comunes.

A finales del 2014, una amiga compartió el artículo Aprender a leer en una escuela sin libros de Sebastián Escalón que motivó que escribiera estas líneas.

Pienso que las pruebas estandarizadas permiten tomar una instantánea de cómo las niñas, los niños y los jóvenes están alcanzando el mínimo de saberes, pero no podemos compararnos entre naciones y emitir juicios sobre las calificaciones porque las realidades de los maestros y los estudiantes son muy diferentes en unas y en otras.

En países como el mío, Guatemala, muchos niños tienen que asumir responsabilidades de adultos por la dinámica familiar que les toca vivir. La aspiración lógica es que esos niños disfruten de su niñez; jueguen, aprendan y se preparen para la vida con libertad. Pero eso no es lo que viven, y mientras trabajamos para alcanzar el ideal, tenemos que buscar maneras de que puedan desarrollarse de la mejor manera en la realidad que no podemos negar. Necesitamos buscar formas para que las niñas y los niños aprendan cumpliendo con las responsabilidades de adulto que les ha tocado vivir y que a pesar de su interferencia con lo que desearíamos que estuvieran haciendo a su edad, es aproveche el aprendizaje que están logrando en otros aspectos igualmente importantes que les forman para la vida.

Por conveniencia, en educación hemos estado forzando que un mismo modelo sirva para todos, pero eso nos daña más que ayuda.

En educación superior, sucede una situación similar. La certificación de las universidades es un distintivo de calidad y probablemente una clave valiosa de diferenciación. En mi país, la licenciatura ha sido el grado académico que los profesionales hemos obtenido al graduarnos de la universidad luego de cinco años de formación. Con una licenciatura, los profesionales podemos insertarnos en el mercado laboral y aunque no lo sabremos todo, al graduarnos estamos formados con lo mínimo para seguir aprendiendo en el trabajo. Esos cinco años de practicar a ser profesionales con pares y expertos nos ofrecen oportunidades para madurar y aprender a pensar como profesionales y empoderarnos para trabajar. Los profesionales jóvenes que trabajan hacen aportes importantes en el servicio a los demás y en su propio crecimiento. Al reducir los años de formación se reduce el tiempo de intercambio con pares y expertos que desarrolla competencias profesionales críticas para poder levantar el vuelo como trabajadores.

Al tratar de compararnos y equipararnos con instituciones de realidades diferentes, dejamos de ver las necesidades de nuestra propia realidad y perdemos la oportunidad de construir un camino mejor cimentado hacia la aspiración compartida: la profesionalización constante. 

Finalmente, observo que compartirmos con las instituciones de otras latitudes la aspiración por la dignificación de la carrera magisterial a través de una verdadera profesionalización, pero nuevamente vale la pena ser conscientes de que las realidades de las naciones son diferentes. Nuestros jóvenes en Guatemala necesitan insertarse en la vida laboral a muy temprana edad. Algunos al terminar el diversificado; y muchos, incluso sin haberlo cursado. Lo ideal es que puedan dedicar tiempo completo a su formación académica en la juventud, pero creo que también puede reconocerse valor en que al trabajar aprendan a aportar a la sociedad, a administrarse con independencia y hasta contribuir con el ingreso familiar. El reto es que la formación secundaria les ayude a desarrollar las competencias que les empoderen para trabajar y aprender en el trabajo, así como mientras trabajan. Es decir, que tengan la oportunidad de servir en un espacio laboral y aprovechar cada oportunidad de aprendizaje desde ahí, así como de administrar su tiempo para aprender desde la academia.

Nuevamente, adoptar el mismo modelo para todos será contraproducente, se necesitan modelos diferentes para atender realidades y necesidades diversas y eso sí, alcanzar aspiraciones comunes.